Safo de Lesbos, poetisa griega del S.VI a.C, fue llamada "la décima musa" por Platón.
Las Musas eran, en la mitología griega, diosas inspiradoras de las artes, hijas de Zeus y Mnemosine.
De la vida de Safo de Lesbos pocos datos certeros poseemos, y de su obra solo nos ha llegado una pequeña parte fragmentada.
Su poema más famoso es la "Oda a Afrodita", diosa a la que rendía culto.
Safo inventó el verso de tres endecasílabos y un adónico final de cinco sílabas, el cual se conoce hoy en día como "oda sáfica".
También de su persona provienen los términos "safismo" y "lesbianismo", ya que se dice que la poetisa sentía atracción por las mujeres jóvenes.
De hecho, a pesar de haber estado casada, al enviudar, fundó una escuela de artes (Thíasos) para jóvenes muchachas, y según el poeta Anacreonte, sentía atracción por estas, aunque realmente su persona se vio rodeada de habladurías, rumores y noticias falsas sobre su vida, debido al contenido amoroso de sus poemas.
Aún así, no se puede negar que en sus poemas se vislumbra el amor que Safo sentía por sus discípulas y es probable que mantuviese relaciones con muchas de ellas, lo cual la ha convertido en abanderada del amor entre mujeres y símbolo del lesbianismo.
Fue muy famosa en su época, sus poemas se recitaban y se conocían en la Atenas del s. V a.C y en Roma había bustos de la poetisa, la cual ha sido probablemente la más traducida e imitada de la antigüedad clásica.
Cuenta la leyenda surgida a partir de algún fragmento de la propia poetisa en el que hace mención de Faón (un hombre bellísimo del que se enamoró la propia diosa Afrodita, según el mito) que se suicidó desde la roca de Léucade (roca desde la cual se suicidaban los enamorados) arrojándose al mar, cuando su amor por Faón no se vio correspondido. El tema fue retomado por el poeta latino Ovidio, quien lo popularizó, aunque hay quien dice que en realidad fue una mujer la causante de su suicidio amoroso.
Tras su muerte se acuñaron monedas con su imagen en Mitilene y los atenienses le erigieron una estatua de bronce.
Safo habla en sus poemas de la pasión amorosa de manera desnuda, sin ornamentos, como una fuerza irracional, que se apodera del ser humano y se manifiesta en diversas formas, como los celos, el deseo o una intangible nostalgia. Podemos afirmar sin ninguna duda la expresión de sus sentimientos amorosos es tan sincera que el lector se identifica con ella inmediatamente, lo que despierta siempre nuestra admiración teniendo en cuenta que hablamos de poesía griega arcaica.
ODA A AFRODITA
¡Tú que te sientas en trono resplandeciente,
inmortal Afrodita!
¡Hija de Zeus, sabia en las artes de amor, te suplico,
augusta diosa, no consientas que, en el dolor,
perezca mi alma!
Desciende a mis plegarias, como viniste otra vez,
dejando el palacio paterno, en tu carro de áureos atalajes.
Tus lindos gorriones te bajaron desde el cielo,
a través de los aires agitados por el precipitado batir de sus alas.
Una vez junto a mí, ¡oh diosa!, sonrientes tus labios inmortales,
preguntaste por qué te llamaba, qué pena tenía,
qué nuevo deseo agitaba mi pecho,
y a quién pretendía sujetar con los lazos de mi amor.
Safo, me dijiste, ¿quién se atreve a injuriarte?
Si te rehuye, pronto te ha de buscar;
si rehúsa tus obsequios, pronto te los ofrecerá él mismo.
Si ahora no te ama, te amará hasta cuando no lo desees.
¡Ven a mí ahora también, líbrame de mis crueles tormentos!
¡Cumple los deseos de mi corazón, no me rehuses tu
ayuda todopoderosa!
Lamento:
Dulce madre mía, no puedo trabajar,
el huso se me cae de entre los dedos
Afrodita ha llenado mi corazón
de amor a un bello adolescente
y yo sucumbo a ese amor.
SAFO DE LESBOS ( Grecia, 600 a.c )
¡Tú que te sientas en trono resplandeciente,
inmortal Afrodita!
¡Hija de Zeus, sabia en las artes de amor, te suplico,
augusta diosa, no consientas que, en el dolor,
perezca mi alma!
Desciende a mis plegarias, como viniste otra vez,
dejando el palacio paterno, en tu carro de áureos atalajes.
Tus lindos gorriones te bajaron desde el cielo,
a través de los aires agitados por el precipitado batir de sus alas.
Una vez junto a mí, ¡oh diosa!, sonrientes tus labios inmortales,
preguntaste por qué te llamaba, qué pena tenía,
qué nuevo deseo agitaba mi pecho,
y a quién pretendía sujetar con los lazos de mi amor.
Safo, me dijiste, ¿quién se atreve a injuriarte?
Si te rehuye, pronto te ha de buscar;
si rehúsa tus obsequios, pronto te los ofrecerá él mismo.
Si ahora no te ama, te amará hasta cuando no lo desees.
¡Ven a mí ahora también, líbrame de mis crueles tormentos!
¡Cumple los deseos de mi corazón, no me rehuses tu
ayuda todopoderosa!
Lamento:
Dulce madre mía, no puedo trabajar,
el huso se me cae de entre los dedos
Afrodita ha llenado mi corazón
de amor a un bello adolescente
y yo sucumbo a ese amor.
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